Colección «Tal Cual»

La vida con otro nombre

El Partido Socialista en la clandestinidad (1973-1979)

Crónica

Tras el golpe militar de septiembre de 1973, todos los partidos políticos marxistas fueron proscritos y sus dirigentes enfrentaron la persecución y el peligro de muerte. Hasta entonces el Partido Socialista de Chile había funcionado en libertad y dentro del sistema político: había senadores y diputados socialistas, alcaldes y regidores socialistas, dirigentes + campesinos y estudiantiles socialistas. Sus militantes, conocidos por la población, se reunía en las sedes partidarias y actuaban con apertura total. Ahora, de un día para otro, y sin ninguna experiencia, muchos debieron cambiar de indumentaria y domicilio, dejar a sus familias y comenzar a vivir y a hacer política en la clandestinidad.
El objetivo era doble: salvar la vida, salvar al partido.
Esta es la historia de numerosos militantes que vivieron la derrota y luego, con un riesgo personal enorme, rearmaron las estructuras partidarias en la clandestinidad. Temporalmente, La vida con otro nombre abarca desde el Congreso de La Serena de 1971 hasta el quiebre del partido en 1979. En medio, sucesivas caídas de directivas, el “Documento de marzo”, el Pleno de La Habana, dirigentes muy jóvenes compartiendo el liderazgo con viejos socialistas, la rearticulación en regiones, la situación en el exilio y las disputas entre la dirección interior y la exterior. Más de una década de azares y pérdidas, de trabajo y reconstrucción, de chapa y seudónimos. De vivir con otros nombres.

Cristián Pérez

Historiador. Es autor de Vidas revolucionarias (2013), Viaje a las estepas (2018) y ha colaborado en Por un rojo amanecer. Una historia de los comunistas chilenos (2000) y en Promesas de cambio: izquierda y derecha en el Chile actual (2003). Desde 2014 se desempeña como investigador del Centro de Investigación y Publicaciones (CIP) y es académico de la Escuela de Periodismo de la UDP.

Todo lo que he sido y soy se lo debo al Partido Socialista
y a la Unidad Popular…
Salvador Allende

Dos meses después de la asunción de Salvador Allende y del comienzo del gobierno de la Unidad Popular, se reúnen en La Serena los delegados socialistas para realizar el XXIII Congreso de la organización. Allende concurre al evento, por primera vez como Presidente de Chile: “He llegado a esta provincia y a esta ciudad, que tengo en mi corazón, para participar, como es mi deber, en un torneo partidario. No puedo ni podré jamás olvidar que todo lo que he sido y soy se lo debo al Partido Socialista y a la Unidad Popular. Por eso he venido para hablar esta mañana en mi condición de militante socialista. Ahora voy a hacerlo frente a ustedes, como es mi obligación y mi derecho, en calidad de compañero Presidente de Chile”. En el discurso reconoce ante sus camaradas su profunda vocación militante y le atribuye al partido la condición de motor de su administración.

En un hecho que inaugura las profundas dificultades que el PS vivirá como colectividad de gobierno, la cuenta del secretario general, senador Aniceto Rodríguez, quien había llevado al partido a su mayor victoria histórica, se aprueba a duras penas en segunda votación: 53 a favor y 79 abstenciones. En la práctica, los delegados le rechazan la cuenta. La actitud de la mayoría indigna a los “anicetistas”, “guatones” o “socialdemócratas” (el ala más moderada del partido), que se retiran del congreso, entre ellos parlamentarios como Mario Palestro y Carmen Lazo. Se van entonando la Marsellesa en medio de las pifias de los que se quedan.

Uno de los que abandonan molestos el salón es el exdiputado Albi-no Barra Villalobos. A él –explica su hijo Ulises, que estuvo en ese congreso como delegado–, “Altamirano le pide que vaya en su lista para integrar el Comité Central. Mi papá le dijo que no, ‘porque tú vas con una maraña de oportunistas y revolucionarios que le van a hacer la vida imposible al Presidente de la República’”. Cinco años más tarde, Albino Barra, con los seudónimos de Álvarez y El Patriarca, se convertirá en el dirigente más importante del PS en el interior.

En el XXIII Congreso se produce una alianza entre los delegados allendistas –que en ese momento se alejan de los anicetistas–, los extrotskistas y los “elenos” para designar a Carlos Altamirano como secretario general. Así, a comienzos de 1971 los sectores más moderados de la colectividad quedan sin participación en la máxima dirección, lo que tendrá grandes repercusiones en la administración de Allende y durante la clandestinidad.

Con la nueva dirección acceden a los puestos de primera línea militantes que postulaban con mayor énfasis que el PS debía convertirse en una organización verdaderamente revolucionaria. En sus palabras, armada “de la teoría socialista, esta nueva Dirección Nacional, que representa una renovación profunda de sus cuadros dirigentes, se propone establecer una mayor vinculación con las masas”. El grupo que asumía la conducción se había venido fortaleciendo desde el Congreso de Chillán de 1967, que resuelve que la toma del poder “para instaurar un Estado revolucionario que libere a Chile de la dependencia y el atraso económico, cultural, e inicie la construcción del socialismo” era el objetivo estratégico que debía alcanzar esa generación de militantes, y que para ello las “formas pacíficas o legales de lucha” no eran suficientes.

Este objetivo se enmarcaba en la estrategia del frente de trabajadores que el PS sostenía desde el XVI Congreso de Valparaíso realizado en 1955, y que surge del análisis socialista que considera agotados los frentes (coaliciones) con partidos burgueses. Así, el Partido Socialista adopta ya a mediados de los años cincuenta la estrategia revolucionaria que chocará con la de Salvador Allende durante la UP y hará crisis en los años de clandestinidad.

Entonces, desde La Serena, en 1971, la Comisión Política queda conformada por las siguientes personas:

Carlos Altamirano, secretario general y primera autoridad del partido

Adonis Sepúlveda, subsecretario general y segundo al mando

Rolando Calderón, subsecretario nacional del Frente de Masas, tercero

Exequiel Ponce, subsecretario nacional del Frente Interno

Alejandro Jiliberto, subsecretario administrativo

Hernán Coloma, jefe del Departamento de Propaganda y Comunicaciones

Luis Urtubia, jefe del Departamento Nacional de Organización

Nicolás García Moreno, jefe del Departamento Nacional de Municipalidades

Edmundo Serani, jefe del Departamento Internacional

Jorge Arrate, jefe del Departamento Nacional Técnico

Gustavo Ruz, líder de la Juventud Socialista

Héctor Martínez

Hernán del Canto

Erich Shnake

Ricardo Lagos Salinas

Néstor Figueroa

Otras designaciones importantes fueron las de Gerardo Vidaurre como jefe del Departamento Nacional Campesino y Pedro Adrián Mebolo en el Departamento de Pobladores.

La resolución política del congreso afirmaba que el desafío del PS era “afianzar el gobierno, dinamizar la acción de las masas, aplastar la resistencia de los enemigos y convertir el proceso actual en una marcha irreversible hacia el socialismo”. En síntesis, encabezar una marcha ininterrumpida hacia el socialismo usando como plataforma el Poder Ejecutivo. Lo que no quedaba claro era qué entendían los delegados de La Serena por socialismo. ¿El de Cuba? ¿El de la URSS? Nadie pudo responderlo con certeza.

Para reforzar esa línea política se delineó una nueva estructura interna, cuya forma definitiva la dio el Pleno del Comité Central de abril de 1971. El Comité Central se amplió de 28 a 45 miembros y estos adquirieron la facultad de designar al secretario general. Se creó el departamento de Frente Interno, encargado de la organización partidaria, del que dependía una Comisión de Defensa. Esta tenía tres dispositivos compartimentados:

1) El Grupo de Amigos Personales (GAP), cuya principal tarea era proteger al Presidente de la República y las residencias presidenciales. Se formó en 1970 y en los primeros tiempos tuvo una dirección colegiada entre el MIR y el PS. Debió pasar más de un año para que quedara bajo el control del PS. Su nombre en clave era P4.

2) El aparato militar, que reunía a militantes con alguna experiencia en tareas armadas y cuyo objetivo era canalizar esas experiencias y proporcionar una fuerza capaz de garantizar niveles mínimos de defensa para el partido y el gobierno. Su origen fue la fusión del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la Organa, y como responsable quedó el abogado laboralista Arnoldo Camú (Agustín o Tío). Su nombre en clave era P6.

3) El aparato de informaciones o Equipo de Inteligencia y Contrainteligencia del PS, estructura secreta formada por jóvenes profesionales (médicos, abogados, economistas y sociólogos) cuya misión era sistematizar la búsqueda y análisis de información política relevante. Para ello crearon el Centro Nacional de Opinión Pública (Cenop). Los datos obtenidos se los entregaban a la Comisión Política del PS y a la Presidencia de la República, que aportaba la mayor parte de los fondos para su funcionamiento. Su nombre en clave era P510 y el responsable era el médico Ricardo Pincheira (Máximo), yerno de Adonis Sepúlveda.

Un año después de finalizado el Congreso de La Serena, la Juventud del partido, dirigida por Carlos Lorca, llega a un acuerdo con la dirigencia soviética para enviar jóvenes a estudiar en una escuela de cuadros del Komsomol (Juventud del Partido Comunista de la Unión Soviética). La formación se concentraba en marxismo leninismo, teoría revolucionaria y algunas técnicas básicas para el trabajo clandestino. De esta forma, entre 1972 y 1973 dos contingentes de militantes de la JS fueron a la URSS a estudiar en esa escuela.

Así, dos de las razones por las que el PS pudo soportar la clandestinidad después del golpe serían esta formación de cuadros juveniles y la creación en el Congreso de La Serena de una estructura secreta de información y seguridad. Ambos proyectos fueron resistidos y polémicos mientras Allende gobernaba y le crearon muchos problemas, pero resultaron clave para lo que vendría.

Ya antes del golpe, la Comisión Política estaba dividida en dos grupos con posturas encontradas: los que eran partidarios de apurar el proceso o de “avanzar sin transar” (Adonis Sepúlveda, Nicolás García Moreno, Alejandro Jiliberto, Erich Schnake y Jorge Mac-Ginty) y los que apoyaban la estrategia de Allende (Hernán del Canto, Exequiel Ponce, Carlos Lorca, Ricardo Lagos Salinas y Rolando Calderón). El secretario general, Carlos Altamirano, mediaba entre ambas tendencias, pero sin duda era más cercano a la primera. Había entre ellos profundas diferencias estratégicas que paralizaron la acción socialista en los últimos meses del gobierno, dificultando una salida a la crisis. Mientras unos veían como única opción la negociación con la DC o un plebiscito sobre las tres áreas de la economía, los otros apostaban a la defensa armada del gobierno detrás de un inexistente ejército constitucionalista.

Tras un largo periodo de división interna, después del golpe del 11 de septiembre de 1973 serán los miembros del Frente Interno, dirigido por Exequiel Ponce, y los integrantes de la Juventud Socialista, encabezada por Carlos Lorca, quienes sustentarán el trabajo clandestino del Partido Socialista. Es decir, serán los moderados los que correrán el riesgo de preservar el PS, porque han recibido algunos conocimientos teóricos para enfrentar ese escenario y porque tienen la convicción de que vale la pena exponer la vida en pos de ese objetivo. Para ellos, mantener la organización socialista era imprescindible, porque la creían el mejor vehículo para materializar una revolución que daría a los pobres y postergados del país la posibilidad de una vida mejor.

Antes de seguir cabe recordar que en aquella época la organización del partido tenía una estructura piramidal de seis niveles: núcleos, seccionales, comités regionales, Comité Central, Comisión Política y secretario general. De abajo hacia arriba, primero estaban los núcleos, que se llamaban así y no células para diferenciarse del Partido Comunista. Su número de integrantes era variable; más tarde, en la etapa clandestina, no pasaba de seis personas, por motivos de seguridad. El jefe del núcleo se denominaba secretario político. Existía también un secretario de organización, uno de finanzas, uno de frente de masas. Luego venían las seccionales, agrupación territorial integrada por un número variable de núcleos de una comuna; en la clandestinidad, con tres núcleos se constituía una seccional. Encima de la seccional estaba el regional, agrupación territorial integrada por al menos tres seccionales. El secretario regional era elegido en el congreso partidario; eso cambió en la clandestinidad, por razones obvias, y los jefes de seccionales pasaron a elegir al secretario regional. Se entendía por “cuadros” del partido a aquellos militantes que habían demostrado su lealtad y compromiso con la organización; también se usaba para los que habían adquirido conocimientos en materias de seguridad e inteligencia.

El Comité Central era la instancia nacional de la organización. La Comisión Política era un grupo pequeño de miembros del Comité Central –de diez a quince personas–, que se reunía permanentemente y tenía a cargo las tareas coyunturales. Finalmente, el secretario general estaba a cargo de la conducción y la representación política del partido, y encabezaba la Comisión Política. Resultaba elegido en el congreso partidario por votación del Comité Central.

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